Marbella, destino

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La Naturaleza a veces se torna caprichosa y, hasta podríamos decir, indulgente.  Marbella, es un ejemplo de esa indulgencia: por un lado, el mar que suaviza su temperatura, por el otro, la montaña que en un tierno abrazo protector, evita los vientos propiciando una temperatura suave durante todo el año.
Si el Mediterráneo ha ejercido siempre una profunda atracción para todos aquellos que sueñan con lo que el horizonte esconde. Este brocado de seda azul que ha engalanado desde Algeciras a Estambul: ciudades, aldeas y acantilados, a su paso por Marbella, justo apenas antes de fundirse en el Gran Océano, le concede como si un último deseo se tratara, una prístina belleza.
Hablar de Marbella es hablar de un romance. Para algunos que la descubren en la juventud, es la fogosidad del primer amor que por intenso se nos hace más inolvidable. Para otros, que la descubren en la madurez, es la serenidad del último amor, en el que cada detalle se descubre de una manera nueva y única.
Durante siglos, acogió a gentes procedentes de otras latitudes: romanos, griegos, árabes, fenicios, etc. La ciudad tiene la particularidad, de hacer sentirse a todos como en casa.
Pero es tras la Segunda Guerra Mundial cuando, de la mano de Ricardo Soriano Scholtz von Hermensdorff, Marqués de Ivanrey, se dio a conocer la ciudad. El aristócrata atrajo a la ciudad a sus ricos y famosos amigos. Este visionario fue quien construyó el primer complejo hotelero denominado «Venta y Albergues El Rodeo», iniciándose así el desarrollo turístico de la ciudad. Más tarde, Alfonso de Hohenlohe, su sobrino, adquirió la finca Santa Margarita que, en 1954, se convertiría en el icónico hotel, Marbella Club.
La ciudad se convirtió así en punto de encuentro para la jet set internacional. Es la época de esplendor, cita obligada para las mejores fiestas del verano, que corrían a cargo de aristócratas, jeques árabes y multimillonarios. Glamour, belleza, popularidad… Desfilan por la ciudad celebridades como María Callas, Plácido Domingo, Sean Connery, Julio Iglesias, Ava Gadner… nadie quería perderse ninguno de los saraos marbellíes.
Las más conocidas familias europeas: Bismarck, Rothschild, Thurn und Taxis, Metternich, Goldsmith, de Mora y Aragón, Marqués de Salamanca y Conde de los Llanos, o los  Thyssen-Bornemisza, convirtieron a Marbella en un enclave donde se daban cita la élite internacional, acuñándose el término  jet set.
La jet set ha sido fiel durante estos años a su cita con Marbella, a pesar de los cambios y las modas. La ciudad dispone de sus incondicionales que, aunque reticentes al flash de las cámaras, siguen eligiendo la ciudad para sus vacaciones o como segunda residencia. No es difícil encontrarse cotidianamente con estrellas que escogieron, para su retiro, esta plácida ciudad.

Decir Marbella es decir Puerto Banús. Esta marina, construida en los años 60 por D. José Banús, ha recibido y sigue recibiendo los yates más deslumbrantes del mundo. Todos recuerdan la magnificencia del famoso “Nabila” que, fondeado en sus aguas, exhibía con grandeza y distinción grandes letras doradas, para el asombro de los curiosos. Un escaparate  de lujo, oropel y glamour…Sus tiendas, de las más renombradas firmas internacionales, abiertas hasta bien entrada la noche, han atendido a princesas árabes, nórdicas esculturales y bellezas internacionales en busca de los últimos artículos de moda.

A la mesa de sus restaurantes se han sentado multitud de celebridades nacionales e internacionales, incluyendo al canciller alemán, Schröder, quien compartió mesa con el expresidente Aznar en uno de los restaurantes más conocidos del puerto.

La oferta gastronómica no decepciona jamás a los paladares más exigentes. Sus restaurantes abarcan desde la más tradicional cocina mediterránea a los sabores y tendencias más exóticas e internacionales: dentro de la más exquisita cocina francesa destaca Chateau Mona Lisa, entre la más tradicional y elaborada cocina italiana hay que mencionar los restaurantes Carpaccio y Aretusa, y una de las últimas incorporaciones al puerto, Black and White, donde se mezclan comida y espectáculo.
Estas son las recomendaciones desde la redacción de LOOKOUT, pero desde aquí le invitamos a comprobarlo personalmente: viva Marbella, déjese seducir por las tonalidades de sus atardeceres, por el olor a mar, recorra su interminable paseo marítimo acariciando la brisa con olor a salitre, cene a la luz de las velas viendo caer la tarde y deje que las estrellas sean testigos silenciosos del sueño de una larga y cálida noche de verano.

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