TURQUÍA | CRISOL DEL TIEMPO

0

“Desde lo alto de estas pirámides 40 siglos os contemplan”, exclamó Bonaparte dirigiéndose a sus hombres en campaña en Egipto. Algo así, se debería exclamar admirando los rincones de Turquía. Sin esfuerzo, se puede imaginar los jardines del Edén, surcado por las aguas del Tigris y el Éufrates…

Pero ella, a caballo entre Oriente y  Occidente, ha contemplado desde un lugar privilegiado el devenir de la Historia. Halicarnaso vio nacer a Herodoto, el gran narrador, que recogió tradiciones, historias y susurros del tiempo y legándoselo a las generaciones por venir. El “Padre de la Historia” se bañó en las playas de Halicarnaso, la actual Bodrum, en el mar Egeo y dejó volar su imaginación contemplando el horizonte.

Homero, el rapsoda ciego, nació en Esmirna, la actual Ismir, como atestigua Aristóteles y ratifica Plutarco.  Alejandro Magno dejó sentir su paso firme en sus días de gloria a la conquista del mundo conocido.

Ella fue testigo de excepción en las bodas de Cleopatra y Marco Antonio; al contemplar tanto amor, no imaginó su trágico final. También se vistió, de amores y de sangre, en la guerra por la bella Helena, librada en Troya.

Las ruinas de templos, anfiteatros, fortalezas, son los testigos silenciosos de estos hechos que rubrican con su presencia. Recorrer en Pérgamo lo que fue su biblioteca, que llegó a albergar más de 200.000 libros. Fue allí donde se inventó el pergamino, en su justa competencia con el papiro, más en uso en tierras del Nilo.

Éfeso, un crucial puerto comercial en la desembocadura del río Caístro, que a pocos kilómetros del mar  exhibe las ruinas de la biblioteca de Celso, el teatro y el ágora, el templo de Adriano. Entre sus tesoros, se encuentra uno de los recintos arqueológicos mejor conservados del planeta, el templo de Artemisa, una de las siete maravillas de la Antigüedad.

Por todo lo dicho, Halicarnaso, Pérgamo o Éfeso son algunas de las etapas de este emocionante peregrinaje para aquellos que buscan los orígenes de la civilización occidental, ya sea por tierra en todoterreno, o por mar,  a bordo de preciosas goletas tripuladas. De cualquier manera, es un viaje inigualable.

Pero Turquía ofrece aún más, a tan sólo unos kilómetros de estos emplazamientos arqueológicos, brinda a sus visitantes un poco conocido pero espectacular mundo de playas, en las costas del Egeo, del Mediterráneo, del Mar de Mármara y el propio Mar Negro, el visitante podrá disfrutar de muchas de las mejores playas del mundo.

La espectacular playa de Olu Deniz sobre la costa del Mediterráneo, un magnifico enclave de mar entre montañas. Antalya y Fethiye son otros dos fantásticos lugares poco invadidos por el turismo que ofrecen al turista aguas turquesas combinadas con arena blanca y rocosa.

En la costa del Egeo, Kekova es la playa más destacada. Podríamos decir que es la más asiática de todas sus playas. Pero existen otras bellezas no tan conocidas como, por ejemplo, la isla de Gockeada, Sinop o Patara.

Hemos hablado de playas e historia, pero Turquía aún es más, uno de los tesoros de este país es su gente, su hospitalidad, la alquimia de aromas y esencias que emanan de los puestos en las zigzagueantes calles de sus mercados.

Nos dirigimos a Estambul, capital de dos imperios, bizantino y otomano, con pie en dos continentes, Asia y Europa. “Si el mundo fuera un solo estado, Estambul sería su capital”, afirmaba el general Bonaparte.

Adornada con los monumentos más espectaculares del mundo, ha sido la metrópoli donde han confluido culturas, pueblos y religiones. Es un mosaico que conjuga múltiples bellezas y matices llenos de contrastes.

Hablar de Estambul es hablar de sus templos. La Mezquita de Solimán el Magnífico es una de las mezquitas más bellas, considerada como la obra más representativa del arte islámico. Fue construida entre los años 1520 y 1566 por orden del sultán, que pasó a la historia como Solimán el Magnífico. Fue diseñada por el arquitecto Mimar Sinán. Sus cuatro minaretes recuerdan que Solimán fue el cuarto Sultán desde la conquista de Estambul.

Santa Sofía, (Aya Sofya) casa de la sabiduría divina, es el monumento más esplendoroso del arte bizantino. Inicialmente fue catedral cristiana, luego mezquita durante cinco siglos y, desde 1935, se ha convertido en museo. Cubierta por una cúpula central y dos semicúpulas. En su interior, mosaicos hechos a base de vidrios de colores o transparentes sobre hojas de oro, que representan escenas bíblicas.

El antiguo Palacio Topkapi alberga el Museo Arqueológico de Estambul.  En sus 36 salas, distribuidas en dos plantas, alberga una de las colecciones más importantes del mundo, procedentes del imperio otomano y reinos adyacentes. Colecciones de monedas, sarcófagos de los reyes de Sidán, el Tratado de Kadesh,  entre egipcios e Hititas, y un espectacular friso de un toro de Babilonia junto con una extensísima biblioteca de 45.000 libros.

En el S.XII, el emperador bizantino Manuel Komnenos, mandó construir La Torre Leandro, Kiz Kulesi (Torre de la Virgen), para fijar la cadena que cerró el paso por el Bósforo de los barcos. A 200 metros de la orilla de Osküdar, donde empieza el Bósforo y accesible sólo por barco. Ha sido a lo largo de la historia, faro, semáforo, punto de aduana, casa de retiro o cuartel. Actualmente alberga un restaurante con mucho encanto y unas vistas preciosas.

Según la más romántica de las leyendas, cuenta que Leandro, un joven de Abidos se enamoró de Hero, sacerdotisa de la diosa afrodita. Ambos vivían separados por el estrecho y Leandro, cada noche, lo cruzaba a nado guiado por el resplandor de la antorcha que encendía Hero. Pero una noche de tormenta la llama se apagó y murió ahogado. Cuando su amada se enteró se arrojó también a las aguas del estrecho.

La Cisterna Basílica fue construida por el emperador Justiniano el Grande en el año 532 a.c., como reserva de agua del Gran Palacio Bizantino, utilizada en épocas de sequía. Restaurada en 1987 y reabierta al turismo, es posible recorrerla, gracias a unos puentes de madera sobre el agua. El ambiente posee una atmósfera única, el silencio roto por el devenir del agua y la sensación de atemporalidad. Esta enorme planta basilical (140 metros de largo y 70 de ancho) es sostenida por 336 columnas, que fueron traídas de templos precristianos, que le brindan la apariencia de catedral o, como es llamada, un “Palacio Sumergido”.

El monumento más antiguo de Estambul, con más de 3500 años, es el obelisco egipcio. Construido por  Tutmosis II, para conmemorar su victoria en Mesopotamia fue, más tarde, transportado a la ciudad. Hecho de granito rosa, pesa más de 300 toneladas y mide 20 metros. Otros monumentos, la columna serpentina, la Columna de Constantino, la fuente alemana, el Palacio Dolmabache, la Mezquita Azul, el Palacio de Topkapi.

Viajar a Estambul nos evoca un relajante baño turco. El Hammams combina cuatro elementos básicos: el calor seco, el calor húmedo, el frio y el masaje que estimulan y mejoran la salud corporal. El más famoso de Estambul es el «Cemberlitas», en Yeniceriler Caddesi, muy cerca del Gran Bazar.

El Cagaloglu, en Yerebatan Caddesi, junto a Santa Sofía, es uno de los más visitados por los turistas al ser el único que además de los servicios típicos del Hammam posee un bar-restaurante y la posibilidad de aceptar los bailes propuestos por esbeltas jovencitas. No más de una hora es lo recomendable para aquellos que quieran renovarse gracias a estos baños y masajes.

El Gran Bazar de Estambul: 80 calles, más de 4000 tiendas, bares, cafeterías y restaurantes donde comprar todo lo imaginable. Sus calles reciben el nombre de los artículos que se venden en las tiendas, lo que permite saber qué encontrarás en cada una de ellas: sedas, telas, bandejas de especias, las cajas de té de manzana granulada, delicados juegos de té, cajas de madera de delicias turcas y el omnipresente ojo azul.

En el mercado Egipcio o de las Especias, en Eminonu se produce una fusión de colores, olores y sabores muy especial: té, especias, embutidos, caviar y el famoso «lukum». Sultanhamet ofrece tiendas especializadas (alfombras, joyerías, coleccionismo…) que ofertan sus productos a precios módicos. La calle Istiklal, en Beyoglu, es una de las calles más comerciales de Estambul. Repartidas a lo largo de 2 kilómetros, el visitante podrá encontrar relojerías, librerías, joyerías, tiendas de ropa… junto con lugares para el ocio y restauración.

En estos ambientes se inicia el regateo, arte en el que vendedor y comprador tensan los precios hasta que estrechando sus manos cierran el acuerdo.

Alejándonos de Estambul, llegamos a Bursa, la primera capital del imperio otomano y en la actualidad, la quinta ciudad más grande del país. Partimos en el transbordador desde el puerto de Yenikapi. Una vez en tierra, desde la ciudad de Yalova, el autobús tras sólo una hora nos conducirá a Bursa. La ciudad está repleta de bulliciosas terrazas y comercios, Desde la cima del monte Uludag, se contempla la ciudad,  y sus numerosos monumentos como la Yesil Camii (Mezquita Verde), Yesil Turbe (Mausoleo Verde), la tumba de Mehmet I, el sultán, la Gran Mezquita, el mercado de la seda y su Gran Bazar.

Antes de dejar Estambul es preciso navegar por el Bósforo. Contemplar desde la embarcación la magnificencia que desprende Estambul, vista desde el mar.  Ver caer la noche recorriendo el estrecho que conecta el Mar de Mármara y el Mar Negro es un espectáculo incomparable. Numerosos palacios y mansiones se asientan en sus riberas.  Tomar un barco hasta el puerto de Uskudar y, una vez allí, caminar por la orilla hacia el sur, hasta el puerto de Harem es prácticamente un deber. De cerca, nos vigila la Torre de Leandro, donde aún palpita el amor de Leandro y Hero, que pervive como la ciudad en el devenir del tiempo, culturas e imperios.

Videos
YOUTUBE

VIMEO

Share.

About Author

Leave A Reply