Por TOM HEMINGWAY (Escritor y dramaturgo)
Los últimos descubrimientos y avances tecnológicos que ya disfrutamos en nuestra vida cotidiana, tales como internet, la telefonía móvil o el mismo fax, nos permiten sin duda llevar en parte una vida más cómoda al tiempo que tener una comunicación más ágil y rápida (pese a que paradójicamente eso signifique a veces también perder cierta cercanía entre las personas).
Son sin embargo otro tipo de descubrimientos y hallazgos recientes los que vislumbro mucho más trascendentes, aunque para el ciudadano normal pasen más desapercibidos. La descodificación completa del genoma humano (que por otro lado es un incuestionable hito científico en si mismo), nos ha mostrado con sorpresa que genéticamente somos mucho más parecidos de lo que suponíamos a otros seres vivos: un simple gusano de seda tiene ya 3.000 genes frente a los 21.000 genes del hombre y más cerca aún de esta cifra está por ejemplo el ratón común con nada menos que 19.000, animal que además tiene más del 99% de sus genes coincidentes con el ser humano.
Resulta ser que la variabilidad humana y por ende animal, o sea su diferenciación, se deben más a los procesos proteínicos que de muy diversa manera pueden ejecutar un puñado de genes, que a la variedad de genes existente. Conclusión: aunque dentro de nuestra propia especie y más aún frente a otros seres vivos somos muy diferentes, existe aún un infinito campo de variabilidad mayor. En una época en la que todo se pretende uniformar y homogeneizar, es de celebrar que la naturaleza provea que sigamos siendo individuos muy individuales.
Pero más aún que este hecho diferencial genético, me sorprende y tranquiliza el hallazgo de que el entorno que nos marca nuestra evolución no es definitorio. Nos podemos subvertir a el. Darwin estableció la teoría de la evolución, pero se equivocó al hacerlo en una sola línea. Ha quedado demostrado, con la probada coexistencia de diferentes especies de un mismo ser vivo en el mismo hábitat y durante un mismo periodo de tiempo (incluso en el ser humano), que el entorno puede y debe enfrentarse de diversas maneras y por tanto es posible evolucionar de diferentes formas. No son por tanto el destino y el entorno lo que nos definen, sino nosotros mismos en la medida en que los afrontamos. Bendita variabilidad.
Nosotros en esta revista, tan veterana pero tan fresca, creemos en la diversificación, la diferenciación y las cosas únicas y exclusivas. La calidad se mejora con la diferenciación.
Queremos ser y somos diferentes, igual que nuestro lector.