Los departamentos de marketing y ventas de las principales marcas de coches del mercado no siempre han acertado a la hora de bautizar nuevos modelos, o simplemente no han tenido en cuenta las peculiaridades lingüísticas y culturales de algunos rincones del planeta.
Vaya por delante nuestro respeto y compresión a estos profesionales del marketing. Hay que ser honrados y señalar que encontrar una nomenclatura global efectiva y sin que hiera la sensibilidad de nadie es una aventura harto complicada. Pero vamos allá con algunos ejemplo para que sepáis de la magnitud de lo que estamos hablando: Zica, Laputa, Pajero, Moco, Corrida… Lo que, por ejemplo, en Noruega puede ser un concepto desenfadado y juvenil, en algún país asiático puede ser algo totalmente soez y absolutamente desagradable. La confusión está servida…
Uno de los ejemplos más recientes es el vivido por el fabricante indio Tata que tuvo que rebautizar a su pequeño urbano como Tiago, abandonando el original Zica. Y es que la amenaza mundial que supone este virus en el mundo no ayudaba mucho a la hora de colocar el producto en el mercado. Por lo tanto la marca, a través de un concurso, decidió decantarse por “Thiago”, en honor al conocido futbolista que militó en las filas del Atlético de Madrid.
Un caso que seguro os viene a la mente es el del Mitsubishi Pajero. Un coche que tuvo que cambiar su apellido en varios países hispanohablantes por Montero. La clara referencia al onanismo no hacía justicia en países como España al verdadero origen de su nombre, un felino sudamericano conocido como “gato pajonales”. Y es que los nombres con reminiscencias sexuales han sido los que más juego han dado en este sentido. Otro celebre ejemplo es el del Maza Laputa, un coche que jamás llegó a venderse en España, pero si lo hizo en EE.UU.
Otros ejemplos célebres son el Nissan Moco, un microcoche que para más inri, se fabricaba en color verde. Otro ejemplo curioso es el Ford Corrida, un prototipo de los años 70 que jamás llegó a comercializarse, o el coetáneo Lancia Marica, un modelo que si fue presentado en Italia, pero que en España no llegó a los concesionarios. Seguimos con la galería de nombres desafortunados (todos ejemplos reales, lo prometemos) recordando el Kia Borrego, que llegó a rebautizarse como Mohave, en honor el conocido desierto norteamericano de Nevada.
A la inversa podemos destacar el ejemplo del Seat Málaga, que en tierras griegas pasó a llamarse Gredos, ya que por allí era algo similar al caso del Pajero en España. Algo parecido le ocurrió al Toyoya MR2, cuyas siglas en francés se acercaban demasiado al término “merde”. Tenemos más ejemplos. El Volkswagen Jetta, uno de los grandes éxitos de ventas de la marca alemana en España, también tiene su guasa si relacionamos el concepto con la tradicional picaresca ibérica. Si optamos por la pronunciación “yeta”, la cosa se complica en Argentina, Chile y Uruguay ya que significa “mala suerte. De ahí que la quinta generación de este vehículo llegó a adoptar por esos lares la denominación de Vento.
También tenemos el caso del Fiat Uno en Finlandia, donde no llegó a comercializarse, ya que en el idioma nacional este vocablo significa algo similar a “idiota”. En Suecia ocurrió lo mismo con el Fiat Regatta, que aludía a un término que designa a “esposa infiel” en aquellas latitudes. La lista es larga y durante el pasado Salón de Ginebra la leyenda de estos modelos sigue agrandándose con la presentación del Apolo Apollon. En fin, al menos en España este coche tendrá un considerable número de chistes… Estamos seguros.