Paisajes en Cuba, Matanzas

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Cuba, es la isla de los paisajes repartidos en montañas, valles y hermosas bahías. Es el caso la provincia de Matanzas, uno de los  entornos naturales más bellos del Caribe, su valle Yamurí surcado por dos ríos, el Yumurí y el Bacunayagua, se encuentra a tan sólo unos kilómetros de La Habana. Matanzas alberga el destino turístico por excelencia del Caribe Cubano: Varadero.

La ciudad toma forma de una especie de anfiteatro desde el cual se puede contemplar el escenario vivo de la bahía, la Atenas Cubana, donde Poseidón, deidad del mar se bate con los anemoi, Bóreas, Noto, Argestes y Céfiro, deidades del viento que embisten desde del este y del oeste, desde el norte y desde el Sur.

Matanzas también es  “La Ciudad de los Puentes”, sobre el río Bacunayagua, se alza el puente más alto de Cuba, su altura asciende a 110 metros. Desde él, podemos admirar este paisaje, dejando que su belleza nos interpele, y entremos en un dialogo silencioso con la naturaleza que nos envuelve. El otro río de nombre Yumurí surca el valle para morir finalmente en la gran bahía de Matanzas.

Recordamos los versos que descansan sobre uno de estos puentes: “La dicha profunda y el hondo placer de verte Oh Matanzas ciudad adorada que en dobles corrientes tu rostro te ves””. Desde la última colina, antes de descender a la ciudad, se aprecia esta belleza indescriptible.

Matanzas es un escenario donde se suceden  valles, colinas y puentes sobre ríos que conducen al mar. Naturaleza en estado puro, es el Valle Yumurí con una extensión de mil hectáreas donde se abre paso una vegetación exuberante y caprichosa, que cobija a cientos de especies animales endémicas de la zona. Habitada desde hace siglos, los restos arqueológicos son el legado de los pueblos taínos, aborígenes que poblaron estas tierras antes de la llegada de los colonos europeos.

Es enorme la cantidad de espectaculares paisajes que guarda en su interior, en especial aquellos situados en los márgenes de ambos ríos. En la actualidad, el Valle está completamente cerrado, excepto en su lado oeste, por montañas cubiertas de una espesa y verde vegetación. En sus tierras se han cultivado durante siglos la caña de azúcar, estas plantaciones recogieron el sudor de aborígenes y esclavos, que de sol a sol, recogían el elemento indispensable para destilar el precioso elixir cubano, el ron.

No sin razón, según cuenta la leyenda, el nombre del valle, proviene del grito que daban los tainos (cultura predominante en la isla de Cuba antes de que llegaran los europeos) al lanzarse desde uno de los riscos en el valle para quitarse la vida. Se dice que fueron muchos los que prefirieron suicidarse antes de aguantar el trato recibido por los colonizadores. Entonces, cuenta la historia popular, que se subían a un risco y dando el grito de “Yu murí” (Yo muero), se arrojaban al vacío. Dejando el valle, nos adentramos en la ciudad, hermosamente neoclásica, que nos sigue recordando a la cuna del pensamiento, Atenas. Hermosos conjuntos arquitectónicos se levantan con elegancia en cada una de las calles: teatros, bibliotecas que recogen versos y prosas de insignes escritores cubanos, como Gertrudis Gómez de Avellaneda entre otros.

En la Plaza de la Libertad saludamos la insigne estatuta del ideólogo de la independencia cubana, José Martí. Bajo la mirada de este ilustre personaje, recorremos por última vez las calles para despedirnos de esta ciudad: anfiteatro del mar.

 

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