La Volvo Ocean Race se ha convertido en las últimas décadas en la mayor regata a nivel mundial. Una competición donde alrededor del mundo veleros fabricados con los mismos materiales que se utilizan en las lanzaderas espaciales alcanzan velocidades jamás soñadas por los marinos de otros tiempos. Una competición que siguen más de 1.300 millones de espectadores en todo el mundo. Pero, hasta convertirse en lo que es hoy, ha recorrido un largo trayecto jalonado de sueños, sudor y esfuerzo, en el que ninguno de sus integrantes ha sucumbido al desánimo.
Todo empezó a finales de los años 60, más concretamente en 1967, justo después de finalizar la regata individual alrededor del mundo, “Sunday Times Golden Globe” Guy Pierce y Anthony Churchill, dos jóvenes cuyas credenciales en los círculos de vela eran inmejorables, publicaron un folleto proponiendo una regata alrededor del mundo en una embarcación con tripulación completa, que seguiría las rutas de aquellos navíos del S.XIX, de vela cuadrada.
Sus esfuerzos por conseguir un patrocinio para el evento no dieron fruto, necesitaban el respaldo de un club organizador. Pierce y Churchill se reunieron con Otto Steiner miembro de la Royal Naval Sailing Association, que accedió a organizar la competición, ocupando el almirante Steiner el cargo de Presidente del Comité de la Regata.
Reunidos alrededor de unas pintas de cerveza, en el interior de un pub de la ciudad británica de Portsmouth, el coronel Bill Whitbread, perteneciente a la familia de fabricantes de cerveza del mismo nombre, el almirante Steiner y los regatistas Pierce y Churchill, gestan la `Whitbread Round the World’.
El 8 de septiembre de 1973, se celebró la primera regata; 17 barcos se hicieron a la mar, con una tripulación de 176 navegantes, dirigieron su proa al Sur rumbo a Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Los tripulantes que se enrolaron en esta maravillosa singladura eran tanto aventureros, personas que pagaban por el privilegio de participar o militares en una emocionante misión de formación. Los patrones eran navegantes experimentados y recibían un suelo, pero el espíritu era totalmente amateur y suponía un reto, enfrentarse hacia lo desconocido, el espíritu de aventura imbuía a todos los participantes.
El sextante era el instrumento de navegación utilizado, calculaban a ojo y seguían la ruta de las decimonónicas embarcaciones de vela cuadrada. Algunos, los más afortunados disponían de su propio camarote, otros menos afortunados compartían sus horas de sueño y de vigilia con otros tripulantes. El esfuerzo realizado y el riesgo asumido no estaban reñidos con la buena mesa. Se cuenta que en el barco ganador de la primera regata, el Sayula II, capitaneado por el mexicano Ramón Carlin, se consumían hasta seis botellas de vino al día, sus frigoríficos llenos de carne fresca y viajaba con su propio cocinero a bordo.
Un día a día repleto de aventura, la que resulta de enfrentarse a los océanos, gobernar los vientos, afrontar la impredecibilidad de los elementos, viajes épicos, destinos remotos, la eterna lucha del hombre con la naturaleza, en la que el espíritu humano, resulta ser más indomable que el propio océano. Algunos perdieron la vida en esta batalla de viento, agua y sal, algunos quedaron gravemente heridos, pero como caballeros que se baten en la batalla aceptaron estas insignes bajas como el precio a pagar por vivir a lomos del mar.
Desde esos días han transcurrido cuatro décadas, los avances en estos años han sido inmensos. Los veleros actuales se fabrican con el mismo material con los que se construyen las lanzaderas espaciales, lo que les permiten alcanzar velocidades extraordinarias. De las marcas obtenidas allá por la primera etapa en 1973, la embarcación Pen Duick VI, capitaneada por Eric Tabarly, obtuvo el registro más rápido, recorrió 305 millas en 24 horas. En la edición de 2008, la nave Ericsson 4 de Torben Grael, batió ese record, alcanzando las 596,6 millas en el mismo lapso de tiempo. Estos logros han sido posibles por la innovación tecnológica; los últimos avances han sido aplicados siempre en aras de conseguir la máxima velocidad. Sin embargo, esta puja constante por alcanzar el máximo milla por hora, (nudos) ha ido en detrimento de la calidad de vida de los tripulantes: los camarotes, el vino, la carne, los cocineros y hasta el agua potable hace tiempo que han desaparecido, sustituidos por literas compartidas, agua desalinizada, GPS, comida en polvo deshidratada y barritas energéticas. Sus tripulaciones están compuestas por campeones mundiales y campeones olímpicos, sólo las jóvenes promesas de este deporte tienen hueco a bordo.
Estas décadas de evolución han conducido a la profesionalización de los participantes, dejando atrás el espíritu amateur de particulares con sed de aventuras. En la actualidad los veleros que compiten están patrocinados por grandes marcas que actúan como sponsors invirtiendo millones de dólares. La repercusión mediática de este certamen es indudable, el hecho de que las tecnologías de la comunicación posibiliten la conexión directa con los barcos y un seguimiento continuo por corresponsales a bordo durante las 24 horas, han despertado el interés de miles de millones en todo el mundo que siguen jornada a jornada los avatares de estos tripulantes, cuya sola motivación es ganar una de las pruebas más duras del deporte mundial.
La próxima edición de esta regata, que resulta ser la trigésimo octava, partirá el próximo 29 de octubre del puerto de Alicante.