Estoy segura de que cuando Colón salió al encuentro del Nuevo Mundo, más aún, cuando puso los pies en él, no era consciente de la transcendencia de ese hecho. Se abría un capítulo apasionante de la Historia de la Humanidad, que como todos sabemos tiene lágrimas, sangre, amores, desamores, aciertos… y errores. No muy distinta de los capítulos previos que el Hombre ha escrito a lo largo de milenios de andadura en esta amada Tierra.
Pero para nuestra historia, la que nos incumbe en este momento, vamos a fijarnos en una pequeña anécdota:
Corría finales del S.XV cuando Don Diego Bermúdez, uno de los primeros acompañantes de Colón, trajo consigo un cultivo muy común en las Islas Canarias: la caña de azúcar, una gramínea tropical, emparentada con el maíz, en cuyo tallo se forma y acumula un jugo rico en sacarosa, compuesto que al ser extraído y cristalizado forma el tan preciado azúcar. Pero, no es este el elemento clave para nuestra historia… se trata de la melaza, líquido denso de color oscuro que resulta de la cristalización final del azúcar.
Muy pronto este cultivo de tierras cálidas, se extendió en la isla de La Española, en su cultivo los esclavos africanos trabajaron de sol a sol, en jornadas inagotables. La caña de azúcar era llevada a almacenes y se procedía de inmediato a la molienda… extrayendo el preciado jugo en el trapiche y posteriormente se procedía a su destilación y, finalmente se envejecía en barricas de roble, dando lugar a un exquisito elixir que templaba los paladares de los recios hombres de aquellas tierras. Al principio era consumido por esclavos africanos y aborígenes, mientras los colonos españoles seguían fieles al vino. Pero fue tras la crisis del siglo XVI que el consumo del ron se extendió a todas las clases sociales.
Cuentan las crónicas que hacia el año 1630, los colonos ingleses inician la elaboración del ron en la Isla de Barbados y, en 1651 el viajero Richard Ligon califica a esta bebida de “embriagadora y extremadamente fuerte”. El vocablo anglosajón “Rumbullion” que significa “Tumulto” pretendía dar idea del vigor de aquella nueva bebida, los ingleses tan dados a abreviar vocablos, finalmente lo llamaron “Rum”; por su parte los franceses “Rhum”; y en español su nombre quedó acuñado como Ron.
Durante siglos se ha mantenido intacto este proceso de elaboración fermentando la melaza, después el delicado proceso de destilación. Luego de concentrar el alcohol en el proceso de destilación, es diluido para comenzar el proceso de añejamiento y la mezcla se almacena en barriles de roble blanco. El tiempo de añejamiento dependerá del tipo de ron que se vaya a producir, pero el mínimo es un año. Y por último, el toque final y secreto que cada fabricante desea darle a este preciado elixir, el blending. En esto – es un valor añadido – los años de experiencia y tradición son los mejores avales para conseguir un ron de excelente calidad. Tras la mezcla se procede al filtrado y embotellado. Todo listo para llegar a los mercados y de allí a cada rincón del mundo.
El ron se ha convertido por antonomasia en la bebida nacional de República Dominicana y uno de sus productos más reconocidos a nivel internacional, siendo un icono de su patrimonio cultural. En la actualidad, existen diversos fabricantes que elaboran magníficos caldos, siendo el más antiguo, Ron Bermúdez (1852). Otras marcas internacionalmente conocidas son Ron Brugal (1880) y Ron Barceló (1929) que elaboran una bebida de gran prestigio y solidez.
El ron ha sido el compañero ineludible en muchas celebraciones, como bien dice el dominicano: “para celebrar o para sobrepasar alguna tristeza”, el ron es el elemento indispensable en la vida cotidiana del pueblo dominicano y, por ende, de otras pueblos caribeños.
Alzo un brindis con una copa de este dulce caldo de suave color y profundo sabor, por esta magnífica tierra de playas de fina arena blanca, brisa marina que abre sus puertas a todos para compartir lo más preciado que tiene… la Vida.