Descubre la Nueva York más desconocida

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Estos lugares no son los típicos enclaves que has visto en las películas. Tampoco aparecen en las guías de viajes convencionales. Por unos momentos vamos a huir de los puntos más icónicos y emblemáticos de la ciudad que nunca duerme. Llegó la hora de descubrir nuevos y estimulantes atractivos escondidos entre sus calles.

EARTH ROOM

Parece sacado de un relato mágico y onírico pero es una realidad que se puede pisar desde 1977. Se trata de un habitación en el 2B de Wooster Street que contiene 250 yardas cúbicas de tierra. Hablamos de una instalación artística del creador norteamericano Walter di Maria que es regularmente humedecida para mantener su esencia y aroma inicial a tierra mojada. Mucho ojo porque en el mercado del arte este lugar tiene un valor que ronda el millón de dólares.

GOLDBAR

Aquí el nombre no deja mucho a la imaginación. Se trata de un local completamente dorado. Está en el 389 de Broome Street y su esquina más icónica se compone de cientos de calaveras doradas incrustadas en la pared, imitando las antiguas criptas capuchinas. Si eres un amante del oro este es el lugar ideal para hacer que tu cuenta de Instagram eche humo.

MMUSEUM

Puede sonar esnob, bizarro o excéntrico, pero te invitamos a conocer un museo diminuto situado en un antiguo ascensor de carga en Cortlandt Alley. Se trata de un pequeño espacio artístico creado por los cineastas Alex Kalman y Josh Safdie que cuenta con una colección permanente de curiosos objetos. Entre sus mayores joyas destaca el zapato que un iraquí lanzó a George W. Bush en Badgad durante una rueda de prensa con las autoridades locales. Seguro que recordáis las imágenes y los reflejos del ex presidente a la hora de esquivar el proyectil en forma de calzado.

MARBLE CEMETERY

Esto va de un callejón secreto en medio de la Second Avenue, en todo el meollo y el ruido de Nueva York, que desemboca en un silencioso parque lleno de lápidas de mármol. Se trata del cementerio no religioso más antiguo de toda la urbe. Data de 1830 y el último de sus inquilinos fue enterrado bajo su suelo en 1937. Con una población que ronda los 2.000 difuntos, hoy en día sobrevive medianamente bien conservado como oasis verde para hacer picnics, además de ser el escenario de algún que otro concierto y exposición con carácter artístico.

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