La American Society for Nutrition asegura que “tanto los alimentos frescos como los procesados son imprescindibles para asegurar el aporte energético a la población”.
Llevar una dieta saludable no es objetivo fácil, la clave se encuentra en alcanzar el mayor porcentaje posible de nuestra ingesta calórica a través de los alimentos no procesados – si es posible ecológicos – y procurar priorizar las comidas mínimamente procesadas, sobre las procesadas y dentro de estas últimas evitar las precocinadas y las combinadas con colorantes, conservantes, edulcorantes y especias.
Son múltiples los mensajes adversos a las “comidas procesadas” que recibimos a diario. Sin embargo los supermercados, bares y restaurantes presentan una gran oferta de todo tipo de ellas. Entonces, si no son saludables ¿por qué se ofrecen? La respuesta está en el concepto de seguridad alimentaria que hace referencia a la capacidad de asegurar suficiente comida (aporte calórico) a la población.
¿Se imaginan dar de comer a todo un país con alimentos frescos de la huerta, pescados recién pescados o carne de animales recién sacrificados?. Sería imposible. Por ello el procesamiento de los alimentos para su conservación y almacenamiento antes de ser consumidos es necesario a la hora de garantizar la seguridad alimentaria.
Otro tema es el de la seguridad nutricional que se refiere a la calidad de los alimentos para que sean aptos al consumo humano. No debemos ser ajenos al hecho de que los alimentos procesados cumplen una estricta normativa de seguridad nutricional, que algunos alimentos consumidos en su forma natural no pueden garantizar, como algunas setas y hongos o la carne de un animal criado en forma no regulada.
Un reciente posicionamiento de la American Society for Nutrition publicado en la revista The America Journal of Clinical Nutrition, asegura que “tanto los alimentos frescos como los procesados son imprescindibles para asegurar el aporte energético a la población” entre sus autores está el conocido científico español José Mª Ordovás, experto en nutrigenómica y autor del libro “La Nueva Ciencia del Bienestar Nutrigenómica”. En este mismo artículo se analizan las aportaciones en nutrientes deseables e indeseables de la comida procesada. En un término medio este tipo de comida aporta un 57% de la ingesta calórica diaria, siendo responsable del 55% del aporte de la fibra como nutriente deseable y del 75% de los azúcares añadidos como nutriente indeseable.
Por otro lado, el artículo distingue entre “comidas procesadas y mínimamente procesadas”.
Las comidas procesadas se clasifican en cuatro categorías:
- Alimentos procesados para mantenerlos frescos: como el pescado, frutas y verduras congeladas y empaquetadas.
- Alimentos combinados con edulcorantes, colorantes, especias y conservantes: tales como el arroz, la pasta, las salsas, muchos embutidos…
- Comida precocinada: tipo pizza, lasaña, paella…
- Comida lista para comer: cereales del desayuno, galletas, yogures…
Las comidas mínimamente procesadas se refieren a las verduras crudas, lavadas, cortadas y envasadas listas para comer (mezclum de lechugas, espinacas, berros…).
Lo recomendable es intentar alcanzar el mayor porcentaje posible de nuestra ingesta calórica a través de los alimentos no procesados (verduras, frutas, pescados, carnes y huevos frescos y si es posible ecológicos). No obstante y dado que esto no es objetivo fácil, debemos procurar priorizar las comidas mínimamente procesadas, sobre las procesadas y dentro de estas últimas evitar las precocinadas y las combinadas con colorantes, conservantes, edulcorantes y especias. En conclusión, a la hora de elegir nuestro menú, la prelación de alimentos sería:
1º Alimentos frescos ecológicos (regulados)
2º Alimentos frescos no ecológicos
3º Alimentos mínimamente procesados
4º Alimentos procesados